jueves, 5 de febrero de 2009


Quiero tener mi tumba
lejos de los campos santos,
donde blusas blancas no haya
ni panteones dorados.

Quiero que a mí me entierren
lejos de esos lugares falsos,
donde la gente al año viene
a depositar sus llantos.

Quiero que a mí me entierren
arriba en el monte alto,
junto aquel pino grande
que sólo está en el barranco.

Mi tumba quiero que esté
entre dos piedras de canto,
compañeros míos han de ser
pintadas culebras, verdes lagartos.

No quiero que a mi entierro vengan
curas laicos ni romanos,
y las flores han de ser
un manojo de punzantes cardos.

Tampoco quiero que vengan
a decir discursos y salmos,
con banderas y oropeles,
vicio del mundo civilizado.

Para discursos los graznidos
de los cuervos y los grajos,
el aullido del zorro viejo
cuando ciego es abandonado.

Ni luz de cirios que dan
unas claridades de espanto,
a mí me alumbrarán
las centellas y los rayos.

Quiero que mi tumba sea
cubierta de espinos altos,
de zarzas grandes y espesas,
abrojos y salvajes cardos.

Que brote a sus alrededores
hierba para los ganados,
y que descanse a mi sombra,
el perro negro cansado.

Quiero que mi cuerpo repose
lejos del bullicio humano,
junto al pino grande que hay
en el barranco solitario.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Poema de Caracremada